Los albañiles reconocen que uno de sus atributos como hombres es ser trabajadores y responsables, lo cual implica que deben aprender el oficio, esforzarse, utilizar sus conocimientos, resistir las jornadas y enseñarles a sus manos a trabajar.
La responsabilidad con el trabajo y con la familia es una cualidad de su masculinidad que les demanda el involucramiento de su cuerpo. Por ello, los propios albañiles tienen que enseñarles a sus cuerpos a trabajar en este oficio, puesto que el uso, el cuidado e incluso la manera en que se adornan los cuerpos están diferenciados por el esfuerzo que realizan.
A su ingreso a la albañilería, refuerzan este aprendizaje; su cuerpo se convierte en la “herramienta” principal para el desempeño de sus actividades. Aprenden a cargar cosas pesadas, a caminar en espacios reducidos, a desplazarse de un lado a otro en las alturas, a trabajar horas bajo los rayos del sol, entre otros.
Los albañiles han naturalizado la explotación y el uso de sus cuerpos es por eso que se exalta la resistencia, la fuerza, la agilidad y el sometimiento del mismo como parte de su trabajo. Incluso existe un uso diferenciado del mismo de acuerdo al cargo que el trabajador desempeñe dentro de la obra. Por ejemplo, los ayudantes de obra o chalanes utilizan prioritariamente sus piernas y su espalda, mientras que las manos y la memoria son propias de la labor de los maestros albañiles.
Así, a través de su cuerpo se ganan un lugar dentro de la obra y logran permanecer en ella. Recurren a su fuerza, su inteligencia, su concentración mental, su creatividad, así como también a sus brazos, a sus piernas y a sus manos para mantenerse dentro del mercado laboral hasta donde “su cuerpo aguante”.
Aunque los albañiles, así como otros hombres de la clase obrera, no tienen una edad o fecha establecida para su retiro del ámbito laboral, buscan extender su participación en el trabajo activo hasta donde sus cuerpos les permitan, sí reconocen que, luego de cumplir la cuarta década de vida, sus cuerpos comenzaron a cambiar: el dolor físico y el cansancio se volvieron una constante.
Hoy en día ellos están conscientes de que, con el paso de los años, el trabajo que desempeñaron, la alimentación y los pocos o nulos cuidados que tuvieron explican el hecho de que sus cuerpos están cansados.
La edad y el desgaste de sus cuerpos llevan a los albañiles a enfrentarse a varios cuestionamientos sobre su eficiencia, vinculada a la fuerza, a la resistencia y a la agilidad; y por otro, en el área familiar, al disminuir su aporte económico, y a nivel personal, al sentir que están descuidando a su familia. Esta experiencia los lleva a esforzarse día a día para rendir igual que los trabajadores más jóvenes, procurando mantener el mismo ritmo de trabajo, e ignorando y a veces ocultando sus dolores, malestares y enfermedades.
En Puebla, 40% de los albañiles carecen de seguridad social y sólo dos de cada 10 están inscritos ante el Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS) y logran la jubilación.
El ramo de la construcción ha prefiriendo trabajar por destajo y sin prestaciones como el seguro social ante el IMSS, dificultando la jubilación de estos trabajadores. Sin embargo, se pueden mejorar las condiciones laborales de los trabajadores de la construcción ya que, al mejorar sus condiciones laborales, podrán rendir mejor y como resultado la industria de la construcción se verá beneficiada.
Información de:
- https://www.milenio.com/estados/pide-obispo-mejorar-condiciones-para-albaniles
- Cuerpo, proveeduría y poder. Una mirada a las masculinidades de albañiles en Yecapixtla, Morelos, México. Karina Ramírez Villaseñor*
